Los calendarios son herramientas importante en la organización temporal y la definición de ceremonias sagradas o celebraciones importantes, desde el calendario gregoriano que usamos en la actualidad, hasta los calendarios de pueblos antiguos o de culturas orientales. Sin embargo, la precisión de los calendarios no siempre ha sido una prioridad para aquellos que los crearon, y ha sido necesario realizar ajustes a lo largo del tiempo.
El calendario juliano fue introducido por Julio César en el año 46 a.C. Este calendario tenía 365 días y un día adicional cada cuatro años, lo que se conoce como año bisiesto. Sin embargo, el calendario juliano no tenía en cuenta que el año no tiene exactamente 365.25 días, sino 365.2422 días. Esto significa que el calendario se adelantaba unos minutos cada año, lo que llevó a una desincronización con las estaciones y festividades religiosas.
Para solucionar este problema, el papa Gregorio XIII introdujo en 1582 un nuevo calendario que lleva su nombre y que conocemos hoy como el calendario gregoriano. Este calendario mantuvo el sistema de años bisiestos, pero ajustó el número de días en los años bisiestos. En lugar de añadir un día extra cada cuatro años, el calendario gregoriano añade un día adicional a los años que son divisibles por 4 y no por 100, o son divisibles por 400. Este cambio reduce el error acumulado y evita que el calendario se adelante muchos días con respecto a los equinoccios y solsticios.
El calendario gregoriano fue adoptado rápidamente por los países católicos, pero su aceptación en países protestantes fue más lenta. Inglaterra, por ejemplo, no adoptó el calendario gregoriano hasta 1752, más de 150 años después de su introducción. En este país, se eliminaron 11 días de septiembre de 1752 para ajustar el calendario.
La reforma gregoriana tuvo un gran impacto en la precisión de los calendarios. El nuevo calendario redujo el error acumulado que había llevado a la desincronización con las estaciones y festividades religiosas. Las diferencias en el registro de fechas también llevaron a cambios significativos en la forma en que se celebraban las fiestas religiosas y se hacían los cálculos para los trabajos agrícolas.
La fecha de la Pascua se calcula en relación con el equinoccio de primavera. En el calendario gregoriano, el equinoccio de primavera se celebra el 21 de marzo, mientras que en el calendario juliano se celebra el 11 de marzo. Esto significa que el calendario gregoriano retrasa la fecha de Pascua, que es la primera luna llena después del equinoccio, en algunos casos.
La reforma gregoriana fue un ajuste necesario para solucionar el problema del adelanto de los calendarios. El calendario gregoriano se convirtió en el calendario estándar en todo el mundo, y es utilizado por la mayoría de los países. Aunque la reforma gregoriana tuvo un gran impacto en la precisión de los calendarios, no fue la última reforma. Desde entonces ha habido cambios menores, como la eliminación del cambio de hora en algunos países y la adopción de nuevos calendarios por algunas culturas indígenas. En cualquier caso, la reforma gregoriana sigue siendo un punto clave en la historia de nuestro sistema de medición del tiempo.